Tres días los tres
























Me encanta Misiones en septiembre cuando el clima es amable. Tenia que serlo porque el acontecer de los días previos al viaje no fue fácil. Creo que nunca lo es cuando uno programa viajes a larga distancia con niños pequeños, pero en este caso particular, muy sobre la fecha, Boris pescó un virus, cortó una muela... 

En principio viajábamos para participar del casamiento de mi prima hermana, en Posadas, y ésto fue el puntapié para planear algunos días de desconexión a la vida real.
Sin muchos miramientos, desde Buenos Aires, hice una reserva en unas cabañas en el municipio de Aristóbulo del Valle, a metros del parque provincial Salto Encantado. Mi principal expectativa era descansar de todo, dentro de lo posible, y me animó la idea de que el alojamiento se situara a una escasa distancia a pie de un atractivo natural, para poder prescindir de conducir la camioneta también, por unos días.
El domingo, después del mediodía, viajamos de Posadas a Aristóbulo del Valle, por las rutas coloradas y verdes, tomando mate entre plantaciones de yerba.
Lo primero que quedó por el camino fue la señal de celular e internet. Llegamos a Camboatá, y realmente, no podía ser mejor. Nos quedamos allí tres días tibios, de desayunos de pan y dulce caseros, paseos por el parque, fueguito por la noche, silencio y ocio. También algo de aburrimiento, ese que despabila la creatividad y del que poco gozamos en la ciudad, con tanto bombardeo de estímulos y posibilidades.   

Cada vez mas me convenzo de la frase "menos es mas". Allí, sólo tres días, los tres solos, con lo justo y necesario, cantando, contando cuentos, contemplando, durmiendo siestas, abrazados, fue menos de lo que hubiésemos pedido, pero mas de lo que hubiésemos imaginado.

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Maira Gall