Desierto florido



"Cuando uno piensa en desierto, piensa en absoluta sequedad, pero hay un ecosistema que está latente y esperando para que ciertas condiciones se produzcan".

Raul Céspedes, museólogo


Quisiera sentarme a escribir imbuida de pasiones por el alba que despunta, por el canto del pájaro, por la cadencia en el arrullo del viento en el poniente. Quisiera decir que no lo hago porque la abundancia de aventuras en un mundo maravilloso, diagramado por un universo benevolente, me regala tantas perlas que poco lugar deja al vuelo de mi imaginación...
Bueno, no. La vida no siempre es lo que uno imagina.
Viviendo, 1+1 a veces es 3, y en el camino el destino nos deja huellas confusas como el Curupí. Santa Rita te quita, y lo que reluce es sólo un enchapado.

A pesar de mi edad, confieso que fui ingenua albergando la ilusión de que detrás de esas colinas hubiera un vergel inagotable, de perennes arboles frutales, donde descansar hasta el fin de mis días a una temperatura promedio de 25 grados centígrados.
Parece que la escala de ascenso no termina y debo dejar de lado mi pretensión idealista que profana la esfera de la poesía y la prostituye a que se ajuste a la realidad.
Que la poesía es sólo poesía y los cuentos de hadas donde las almas se encuentran, y viven felices, comiendo perdices, en tierras muy lejanas por siempre jamas... son sólo para ser contados en la infancia, la edad de oro de la inocencia. Y después... que la inocencia te valga.

La extradición de la zona de confort, hacia la verdad incómoda, puede ser dolorosa. Por mas promesa de aprendizaje que supongan la aceptación y entrega a la vida, el desgaste energético necesario para afrontar las inclemencias de los nuevos terrenos a abordar, drena los ánimos y uno se reseca, se resquebraja.

No muy lejos (pero lo suficiente) de caer en el conocido (pero nunca del todo escudriñado) pozo de la desilusión, lo que intuyo estos días es que al brotar a la vida, cada suceso que atenta contra su/nuestra naturaleza, tiene a su vez la potencial cualidad de repatriarnos, de devolvernos a nuestra raíz, al origen:  a las cualidades nobles, a escuchar el cuerpo, al tiempo del corazón; a ese gen de vida (vida genuina) que late, resilente, bajo la aridez resultante del devenir de los acontecimientos que se suceden, incansables, y entrecruzan unos a otros... como los vientos del desierto.

Venía hace un tiempo vagando sedienta de mascullar esto que escribo. Y un día encontré en una grieta un cauce para darle a ese sentimiento que me tenia errante, leyendo "por casualidad"  esta noticia.
Si la tormenta El Niño hizo florecer el desierto de Atacama, por qué habría de estar yo vacía de esperanzas?
Ingenua...? No lo se… ojala.

ingennus
in (estar en)
gennus (origen)
… aunque lo suficientemente realista para ver que las ilusiones, la poesía, los cuentos, y la inocencia perdida, vuelven de la manito tierna de mi niño, asi como los pimpollos se abren después de la lluvia.

Quizás yo me describa hoy día como algo así… un desierto florido ()




4 comentarios

  1. Oh, hay mucha vida subterránea circulando... te mando un abrazo grande Meli.

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  2. Gracias Anita. Abrazo para vos tambien!

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  4. Me quedo embelesada releyendo tus palabras... si hay sequedad en el exterior, en tu interior hay una selva exuberante! . Me siento representada... a mi me agobian el calor y la aridez... . que sigas floreciendo sabiduría y bellas palabras cualquiera sea el entorno!!!

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© SubliMeli
Maira Gall