"Recuerdo cuando los caminos de los hombres se abrían paso sigiloso en el planeta, como de puntitas, silenciosos, imperceptibles.

Recuerdo cuando en los ojos de un caballo encontrábamos un amigo por el cual dar la vida.

Recuerdo cuando el mundo estaba lleno de certezas y misterios, y los mapas estaban hechos de estrellas.

Cuando los arboles eran seres notables, el silencio nos acercaba a los dioses, la percepción nos precedía mil pies y desde la cima del horizonte nos aseguraba que el sol estaba por nacer.

Nunca viví en ese tiempo pero lo añoro como si hubiese sido mio"

Basto que me jactara de lo bien que estaba durmiendo, para que a mis afirmaciones le siguieran dos dias de despertar antes del alba, fresca como el rocío y con la energía con la que canta un gallo.

Ya el segundo día comprendí, mas vale pronto, que debía dar por vencidas mis ilusiones de dar vueltas en la cama hasta conciliar el sueno... eso no iba a suceder.

Antes de que amaneciera, aun con el cielo oscuro y estrellado pero comenzando a aclarar casi imperceptiblemente -o solo perceptible para el ojo despabilado- escuche a las aves y los grillos, cada vez mas enfervorizados en su canto. Como si avisaran que el sol estaba pronto.

No creo que haya sido la primera vez que note esto; aun así, el asombro tuvo el sabor de lo nuevo.

En esta niebla anímica, particular de las mañanas cuando rebalsan el horizonte y derraman su luz, mientras me levantaba y me vestía para salir a beberla, surgieron las imágenes que transcribí en ese pequeño texto.

Me gusta pensar que no fue mi mente el efluente; me gusta, que como el agua en el cause del río, solo hayan pasado a través de mi.

...

Sientan la fuerza con la que comienza este nuevo ciclo... la fuerza del amanecer

Úsenla para crecer

Con todo mi amor, desde el Valle a tu corazón