Lost in translation - Otoño/Invierno


Identifico varias situaciones en las que estoy "de vuelta", y en todas estas situaciones hay un denominador común, un sentirme un poco "como en casa", otro poco como perdida...

De vuelta en general de la vida, a los 37 años en la recta a los 40. 
De vuelta en la escuela, acompañando a mi hijo que empezó primer grado y mientras él aprende yo aprehendo a la par. 
De vuelta en el blog, y toco madera, porque este lugar tiene algo de sagrado antiguo que no quisiera que se pierda. 
De vuelta en el mundo exterior,  no sólo después del encierro sanitario, sino después de mi autoconfinamiento, el que di en llamar:"retiro-in situ-otoñal". 
Te cuento...


El otoño es para mí una larga transición entre el el verano y el invierno: me toma todo el otoño decantar mis partículas después de la agitación estival.
Como principal síntoma, experimento una merma ineludible de energía, que siempre leía como negativa. “Llegó el primer bajón del otoño” repetí durante años. Si bien la llegada de mi hijo al mundo, un otoño hace un septenio atrás transformó el cristal con el que apreciaba este ciclo anual, aun así tenía registro de una fuerza de gravedad que me drenaba. 
El año pasado el "otoño pandémico", me sacudió como el viento las hojas secas de toda mi vida. Fue inevitable reevaluar desde la cáscara cotidiana hasta los más profundos significados, y entender que hay ciertos llamados que no pueden esperar más a ser atendidos.

Así que este otoño, aprovechando la vuelta al confinamiento sanitario, no sin algún que otro berrinche, pero a mucha más consciencia que los 37 anteriores, me propuse traducir estas intuiciones en una práctica intencional, introspectiva. Quería probar, al menos por una vez, a dónde me llevaba esta sensación recurrente, y si quizás existía la posibilidad de crear un calendario un poco más acorde conmigo misma que el impuesto socio culturalmente, con sus efemérides vacías de sentido, como decorar con nieve la navidad en pleno verano, por sólo mencionar una entre montones. 
Lo que siguió no fue para nada grave. Estuve adentro, conmigo... 

Comí lo que que mi cuerpo pedía comer, descansé lo que necesitaba descansar, estuve tan en soledad y tan acompañada como elegí estar.  Volví a leer como hacía años no lo hacía (y muchísimo!), encontré nuevos intereses, me sumergí en un proceso nunca mejor llamado "creativo". Estos paisajes no fueron del todo nuevos, pero sí la vivencia de una paz sin cimas ni depresiones demasiado pronunciadas, lo cual se sintió como una gran recompensa a esta forma de vida actual con la ansiedad como norma. Entrando al invierno, recién, reconocí y degusté los frutos cosechados el año pasado y llegó naturalmente mi bendito balance que los primeros de enero de cada año, mientras todos publican el suyo, ni siquiera está en borrador. 


Una mañana me levanté como todos los días, muy temprano para llevar a Boris a la escuela, y aún siendo de noche y a pesar del frío, percibí claramente que la energía volvió a estar disponible para manifestar cosas en el exterior. Algo así como ver luz al fondo del túnel. Y lo digo en el sentido más práctico: lo sentí en el cuerpo, no hay esoterismos en ésto.   
Esa mañana pensé en las ceremonias que tradicionalmente se realizan en Latinoamérica en el solsticio de invierno, celebrando el nacimiento del Sol; también en la idea del movimiento astronómico de traslación, que en este momento del año comienza a producir un aumento gradual de la luz durante el día en este hemisferio. 
"Ajá..."
Ahora siii! Feliz año nuevo! Empezó el invierno, pero sabiendo en cada célula que cuando ésto sucede el movimiento es hacia arriba! 

Pensé humildemente, que quizás esta forma, sí era una "forma propia", armonizada en sí (mí) misma y a su vez, sintonizada con un orden más grande. Un calendario estacional-interno-humano, resonando con uno externo-natural.

Así los días cambiaron su cualidad anímica. Me dieron ganas de hacer, de participar de lo que acontece fuera de mí. 
Como primera medida eché luz a esa lista mental de "Cosas que quiero hacer con Boris", que vengo confeccionando desde que lo llevaba en mi panza, y nos fuimos a pasear. 

 

Fuimos a Jardín Japonés y estas son fotos de esa tarde de clima amable que nos acompañó. A la luz de ese presente, últimas luces del otoño, pensé “Todo llega a su tiempo”. Y escuché mi propia voz en mi cabeza, con el eco de todas las veces que lo dije sin realmente entender de qué hablaba.
 
Traducir ese lenguaje sutil con el que nos hablan los procesos, desde adentro, desde afuera, y aún más, sintonizarnos con ellos, no es fácil. Lleva tiempo, incertidumbre, a veces tristeza. Pero es factible aprendeher a sostenernos en el mientras tanto, que a veces implica perdernos, para encontrarnos sorpresivamente un día, seguramente el menos pensado, con la certeza de haber estado siempre aquí, formando parte de la obra.



Gracias por llegar hasta aquí, por regalarme tiempo de tu vida. Me encantaría leerte también si algo de esto te resonó y lo querés compartir. 

Con amor.
Meli





4 comentarios

  1. Meli, por la magia del blog aquí estoy saludándote. No estabas perdida, solamente allí escondida. Me alegra volver a leerte.
    Cariños

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Norma! Tu comentario me dió un contento y emoción que no te imaginas. Efectivamente compruebo que mi intuición de volver al blog en busca de un gesto de los días más lento, y como lento digo consciente, cuidado, fue acertada. Gracias por tus palabras luego de tanto tiempo, que casualmente nos reencuentran en casi primavera, con esa alegría especial de estos días que confirman la promesa de que siempre será primavera.

      Eliminar
  2. Tarda en llegar, y al final hay recompensa ♡
    Que lindo volver a leerte y reconocerte a través del lente de tu cámara. extrañana esto!
    te quiero.
    Ale

    ResponderEliminar
  3. Gracias a vos por estar, esa es la recompensa!♡

    ResponderEliminar

© SubliMeli
Maira Gall